Viernes, 19 de Abril del 2024
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¿Sudamérica le tiene miedo a Nicolás Maduro?

Publicado el 04/08/15

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Silencio cómplice, cobardía masiva y diplomacias falsas son el común denominador de las relaciones políticas que tienen los organismos internacionales y los países de la región con el payaso mayor del continente.

En la región ya son habituales las bravuras, los arrebatos y las acusaciones injustificadas y arbitrarias del bufón presidente venezolano contra la oposición de su país, la prensa nacional e internacional y los dignatarios de otras naciones.

Las preguntas que nos hacemos muchos frente a estas conductas habituales se refieren a la pasividad que muestran los distintos gobiernos, entre ellos el colombiano, frente a estos actos bochornosos y berrinches de medio pelo del vergonzoso mandamás venezolano.

Podría uno suponer que la tendencia izquierdista que impera actualmente en la región podría llevar a una cierta conducta comprensiva y cómplice frente al gobierno de Venezuela, pero no puedo desconocer que definir a una izquierda sudamericana es un proceso complicado pues hay distintos perfiles: tecnócrata en Brasil, indigenista en Bolivia; caudillista en Argentina y bastante neoliberal en Chile; pero todos hacen oídos sordos a los arrebatos de este payaso y mantienen un silencio cobarde y cómplice en las múltiples cumbres que se celebran en nuestro continente.

La compra de votos en algunos países caribeños podría ser la respuesta a esta actitud temerosa pero la descolgada del precio del petróleo y la crisis eterna de la economía venezolana tampoco podrían explicar semejante actitud cobarde frente al régimen. (Además: frases del presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, contra España)

Si hacemos una revisión objetiva de los supuestos formales de una democracia en un manual sencillo de ciencia política, aparecería: respeto a la oposición, libertad de prensa, derechos humanos inviolables, sucesión y alternancia en el poder. Tomando un examen rápido de la situación venezolana es demasiado obvio que esto no se cumple y mientras tanto la mediocre y cobarde izquierda latinoamericana calla. ¿Por qué?

La extrema represión a la oposición política con cárcel, la persecución a la prensa opositora acallándola y hostigándola, la politización de las fuerzas armadas evidentemente neutrales en un sistema democrático tradicional nos dan atisbos del tipo de democracia que se está implementado en el país vecino. ¿Acaso pensaran Maduro y su izquierda cómplice que por solo hecho de ser elegido por votación popular ya tiene credencial democrática y legitimidad? Pues en cualquier manual académico se reconoce una legitimidad de origen, aquí existiría; y una legitimidad en el ejercicio, aquí si aparecen serias dudas.

La izquierda, a través de su peregrinar en Sudamérica, siempre se ha mostrado afable y comprensiva con las dictaduras de su misma corriente política; cabe destacar la admiración reverencial por los Castro y un desprecio intransigente por la dictaduras de derecha (Pinochet en Chile), por lo que no sorprende esta tibia actitud frente a Maduro.

Los organismos internacionales como la OEA y Unasur tampoco es que destaquen por su crítica a la singular democracia venezolana. Aún recordamos el triste papel del chileno José Miguel Insulza al frente de este organismo. Incluso el mismo Chávez lo llamaba insulso y lo acusaba de rehén del imperialismo ante el silencio impotente del secretario general desde Washington.

Esperamos que con el uruguayo Almagro esta complacencia acabe y se puedan condenar los abusos sin temor a represalias y descalificaciones, aunque la reciente reunión de este con opositores venezolanos saco chispas en Caracas y hacen ver que la relación no será más tranquila y que la OEA, bajo esta nueva administración, adoptara un papel más crítico frente a Maduro.

La intención del régimen venezolano ahora será crear y fortalecer instancias de integración política que no cuestionen su proceder y que sean afines ideológicamente; por estas obvias razones la OEA estorba y los otros países se han integrado a esas nuevas instancias de integración avalando esta política de organismos internacionales no incomodos.

Aunque es lógico suponer que un cambio ideológico en Venezuela no sería bienvenido en los regímenes progresistas sudamericanos pues en los debates candentes frente al destino del continente, su posición desventajosa frente a la potencia rectora y en la complacencia con Cuba se perdería un gran aliado. (Además: Una dictadura al desnudo)

En lo que respecta a Colombia, el proceso de paz con las Farc ya ha cogido vuelo propio y si sumamos el reciente acercamiento entre Cuba y Estados Unidos podemos inferir que la influencia de Caracas en esta negociación ha disminuido lo que posibilitaría una política más crítica e independiente de la administración Santos frete a su impredecible vecino.

Por ahora el panorama solo pinta mandatarios cobardes, críticas blanditas y silencios cómplices de mandatarios que prefieren hacerse los de la vista gorda ante “su majestad Maduro” en vez de poner un tatequieto a este payaso que con dinero y petróleo a hecho y deshecho en Sudamérica sin que nadie le diga nada.

eltiempo.com



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