Lunes, 5 de Mayo del 2025
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Premio a mejor dirección teatral Fabio Rubiano

Publicado el 12/06/13

El Ministerio de Cultura le dio el premio a mejor dirección teatral.

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Un día perfecto para el dramaturgo, director y actor Fabio Rubiano es cuando una de sus obras se llena de público y gana Millonarios, su equipo del corazón.
Aunque no hace concesiones, sabe que, como en el fútbol, el público es el jugador doce. “No solo brinda color y estruendo al espectáculo; influye en el resultado”, dice Juan Villoro en los Once de la Tribu.
A Rubiano, fundador del Teatro Petra, no solo los espectadores le han reconocido su estilo y jugadas, el Ministerio de Cultura le otorgó el premio Nacional de Dirección Teatral por tres obras: Pinocho y Frankestein le tienen miedo a Harrison Ford, Sara dice y El vientre de la ballena.
En términos futbolísticos, jugó tres partidos con distintas tácticas y en los tres goleó. “Cada obra constituye una ruptura con respecto a la anterior, de un gran espacio frontal saturado de recursos técnicos se pasa a un espacio en arena y evoluciona a una escena tradicional”, dice el jurado del premio.
El reconocimiento también es al lenguaje que ha creado Rubiano, al uso del humor negro para denunciar realidades aparentemente inverosímiles.
“La pervertida es la realidad, el mundo. Nosotros tratamos de dar una posibilidad poética para ver esa realidad y reírnos de eso, no por banalizar, sino por ver idiosincráticamente cómo somos”, dice Rubiano, sentado a la mesa de su casa, la misma que usó en una de sus obras.
Lo primero que le dijo alguien cercano sobre el premio refleja el significado del teatro en su vida. “Ay Fabio, use bien esa plata, no se vaya a poner a montar otra obra”, cuenta y suelta una carcajada amplia.
Pero él es felizmente irresponsable y confiesa que es lo primero que se le ocurrió.
Según quienes lo conocen, una vez vendió una casa para hacer una obra y si hay algo que lo caracteriza– agrega César Badillo, amigo y actor–, es que “maneja muy bien la producción y le responde a todo el mundo así se quede sin un peso”.
Sin embargo, en sus planes está conseguir una sede para Petra. Porque como en todo equipo se necesita quien haga los pases: Marcela Valencia, su copiloto y los actores, la tripulación.
Un lenguaje compartido
“¿Cómo dirijo? Muy despacio. Llego con borradores de montajes y sigo enseñanzas de Peter Brook, que dice que si uno llega con todo listo al escenario, entonces para qué va”, asegura Rubiano.
También suele grabar los ensayos y observar después. Un gesto, una palabra o el tono justo para el personaje. Habla poco en el escenario y, como confirman los actores, no grita. “Los directores gritones están mandados a recoger”, dice él.
Rubiano se crió en la tradición del teatro militante, con Santiago García como maestro, y durante años fue llamado “joven dramaturgo”. “Y yo ya todo canoso”, se ríe.
Y aunque asegura que hay una camada de nuevos escritores, no entrega ninguna posta.
“Uno ya no tiene los afanes de la vanguardia, pero antes que relajarme, eso me tensiona; ahora, hay que hablar de cosas más contundentes”.
Por eso, uno de los temas que más le interesa es “quién es víctima, quién victimario” y prepara una obra que está casi lista. También llevará al escenario el diálogo El dueño de la razón y escribe otra, con Nicolás Montero.
“Creo en los lenguajes compartidos con el público, porque el amor se hace entre dos, como decía Alfred Hitchcock”, afirma Rubiano, quien es tan feliz en el escenario como en el estadio.



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