Vivir en zonas de conflicto armado implica un riesgo adicional a los tradicionales de la producción agrícola. Allí los ataques, extorsiones, robo de cultivos o animales, destrucción directa, el deterioro del capital humano y la destrucción de infraestructura, entre otros daños, es notable”; así lo manifiestan los investigadores Ana María Ibáñez, Juan Carlos Muñoz y Philip Verwimp en los estudios: Los Caminos del Café y el Impacto de la Violencia y la Presencia de Cultivos Ilícitos en Colombia.
A través de dichas investigaciones, se explica cómo el conflicto armado ha incidido en la reducción de la producción de café en nuestro país, además, cómo el precio del grano incide directamente en el aumento o reducción del conflicto.
“El impacto es muy fuerte, cuando hay caída en el precio del café se intensifica el conflicto armado, sin duda. Obviamente lo contrario sucede, si hay un incremento en el precio del café el conflicto se disminuye”, afirma Ana María Ibáñez, decana de la facultad de economía de la universidad de Los Andes.
Cafeteros que abandonaron
Entre 1994 y 2008 el número de cultivadores de café se redujo en Colombia en un 24%; “ya sea porque salieron del Sica (Sistema de Información Cafetera) o que abandonaron el cultivo”, dice Ibáñez. Pero la deserción fue mayor en las regiones donde se identificó la existencia del conflicto armado; “un 7% más, o sea, en esas zonas la cifra fue de 24% más”, explica.
Ese abandono generó una reducción de la producción cafetera, que naturalmente tuvo sus consecuencias en la productividad del sector. “Lo que nosotros encontramos es que el impacto sobre productividad debido al conflicto armado fue alto; la productividad ha caído un 1,2% que es una caída importante.
Esa es la cifra promedio, obviamente en las regiones de mayor conflicto el impacto es mayor”, sostiene Ana María Ibáñez.
Señala que entre los lugares más afectados identificaron al Huila, Nariño y regiones del pie de monte; “El sur del país principalmente se vio muy afectado”, dice.
Según el Censo que toma el estudio en 1997, en habían Colombia 663.536 fincas cafeteras, y al año 2008 habían registradas en el Sica 500.627.
“Cuando hay caída en el precio del café se intensifica el conflicto armado, sin duda. Si hay un incremento en el precio del café el conflicto se disminuye”, afirma Ana María Ibáñez decana de Economía de la U. de los Andes.
653 mil 536 fincas cafeteras había en Colombia en 1994, mientras en 2008 solo 500.627
La llegada del problema
De acuerdo con el estudio, hasta mediados de los años 80s las regiones cafeteras no habían sido afectadas por el conflicto armado. En 1985 la guerrilla ya estaba presente en el 15% de los municipios no cafeteros y el 2% de los cafeteros; y una década después, en 1995, los grupos guerrilleros tenían presencia en el 58% de los municipios no cafeteros y el 53% de los cafeteros.
Esto generó una vulnerabilidad en las zonas cafeteras; que empezaron a registrar una mayor violencia y en consecuencia el éxodo ya mencionado.
En el eje cafetero
“Las regiones tradicionales presentaron una pérdida del 30% en promedio”, señala la decana de la facultad de economía de la universidad de Los Andes.
Cabe aclarar que Risaralda fue el departamento menos afectado de la región por la insurgencia; no obstante, no fue ajeno. Además tuvo consecuencias indirectas, como convertirse en el sitio de llegada de cientos de desplazados, en especial su capital, Pereira.
“En el estudio no lo identificamos, pero hay muchos posibles caminos que pudieron tomar los caficultores que dejaron sus fincas. Uno es que son personas que se desplazaron y ahora están en las ciudades pasando trabajos; dos, que se dedicaron a otros cultivos legales y en ciertas regiones también a cultivos ilegales”, agrega.
LP.