Lima, 04 de Setiembre del 2025.- Iniciar en el running es una decisión saludable, pero sin los cuidados adecuados, puede derivar en molestias que frustren esta afición. Con el fin de promover una actividad segura, Alessandro Mori, coordinador académico de la carrera de Terapia Física de la Universidad Tecnológica del Perú (UTP), identifica las lesiones más frecuentes en los corredores. Entre ellas, tenemos:
Fascitis plantar. Se caracteriza por un dolor punzante en la planta del pie, cerca del talón, que suele ser más intenso en los primeros pasos de la mañana y se acompaña de sensibilidad al presionar la zona medial del talón.
Tendinopatía rotuliana. Provoca dolor en el polo inferior de la rótula. Este se intensifica al saltar, correr cuesta abajo o tras realizar esfuerzos repetitivos, además de presentar hipersensibilidad al palpar el tendón rotuliano.
Una de las dudas más recurrentes entre los aficionados es cómo diferenciar las molestias propias del esfuerzo de una lesión verdadera. “El dolor por adaptación es difuso, muscular y cede en 72 horas. Una lesión, por el contrario, es localizada en un tendón o articulación. Asimismo, esta persiste más de tres días y puede empeorar con la actividad, aparecer en reposo o sin un aumento previo del entrenamiento”, detalla. Esta distinción, según Mori, es la primera alerta para evitar problemas mayores.
Prevención
Además, la “técnica de carrera” representa una gran oportunidad de mejora continua. “Una biomecánica optimizada, como una pisada equilibrada, una alineación adecuada de la rodilla o una buena movilidad de tobillo, genera una distribución óptima de las cargas y previene la aparición de microtraumas, permitiendo una evolución positiva hacia una carrera más eficiente y saludable”, sintetiza.
El calzado adecuado es otro elemento que potencia la salud y el rendimiento. Un zapato con una amortiguación óptima, estabilidad lateral y adaptado para el tipo de pisada del corredor absorbe eficientemente las fuerzas de impacto y complementa la mecánica natural de carrera. “Renovar el calzado cada 600 a 800 kilómetros es una práctica excelente que ofrece una protección constante y reduce aún más el riesgo”, indica.
