Lunes, 13 de Mayo del 2024
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Seis meses en busca de tres jóvenes que desaparecieron en Bogotá

Publicado el 10/08/17

“Acá entran cuatro y salen tres”, le advirtieron a Germán Montaña cuando preguntó por la seguridad de la zona en donde le habían dicho que su hijo y otros dos jóvenes desaparecidos en Bogotá, el pasado 22 de febrero, habían sido enterrados. Llegó hasta el punto de los cerros en el norte de Bogotá en donde el mapa señalaba una cruz. Según las indicaciones, si excavaban encontrarían los cuerpos de los tres muchachos. Alcanzaron a hacer ocho hoyos y no hallaron nada. Montaña bajó la cuesta con una sola certeza. En ese lugar había miedo. Algunos de los que viven ahí, en urbanizaciones construidas de manera irregular, se atrevieron a hablar y contaron que el que entraba allí podría no salir, que era frecuente que se encontraran muertos. Tres familias del barrio San Cristóbal en el norte de Bogotá buscan desde hace seis meses a Brayan Andrés Montaña, Mauricio Castillo y Juan Sebastián Moreno. Lo hacen solos porque -dicen ellos- aunque han insistido las autoridades no los ha acompañado.

Desaparecieron el pasado 22 de febrero. Los tres salieron de sus casas sobre las cuatro de la tarde rumbo a un supermercado en donde trabajaban ayudando a llevar las compras puerta a puerta. “Se llegaron las nueve de la noche y no aparecía. Pasaron las horas y nunca llegó”, cuenta German Montaña, que lleva la cara de su hijo estampada en la camiseta blanca que se pone para ver si alguien lo reconoce en la calle. La última imagen que se tiene de los jóvenes de 17, 16 y 14 años es de una cámara de seguridad de la cuadra del supermercado. En las imágenes se ve a los dos mayores llegando en la camioneta en la que repartían los mercados y recogiendo al menor. “No se alcanza a ver si en el interior del vehículo había más gente. El coche llega a la esquina y se le pierde el rastro”, cuenta.

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Hasta ahora las autoridades no han logrado conseguir ninguna otra pista diferente a ese registro, a pesar de que diez días después la camioneta fue encontrada al otro extremo de la ciudad. No había en ella rastro alguno de los tres menores. Los familiares de los jóvenes en medio de su desespero decidieron creerle a un anónimo que dejó en la puerta de la vivienda de uno de los muchachos una carta con un mapa pintado que indicaba el lugar en donde supuestamente habían sido enterrados. “Pedimos a la Policía que nos acompañara en esa búsqueda, pero dijeron que un anónimo no era suficiente para hacerlo”, relata el papá de Bryan Andrés, el menor de los dos hijos que cuida como padre soltero.

La historia fue recordada esta semana por segunda vez en el Congreso de la República. Esta vez, en medio de un debate sobre la desaparición de menores en Colombia, en el que el senador Jimmy Chamorro reveló que en solo en cinco meses, se le ha perdido el rastro a 1.042 jóvenes y que de los 2.901 que desaparecieron en el año 2016, 1.530 fueron bajo la causal de “sin información”. Las familias reclaman mayor atención. “Estos casos son asumidos por el Estado como una estadística más. No les importa saber por qué ocurrió ni mucho menos buscarlos”, reclama uno de los padres, que cuenta que solo siete días después de no saber nada de su hijo pudo entablar una denuncia formal. La burocracia por encima de una desaparición.

Carlos Valdés, director del Instituto de Medicina Legal, habla con preocupación de las desapariciones en Colombia. Asegura que la indiferencia ha hecho que las cifras permanezcan elevadas sin una reacción contundente. Desde su despacho se han establecido patrones similares. Se les pierde la pista entre las cuatro de la tarde y las ocho de la noche, sobre todo en lugares cercanos a sus casas. De cada diez desaparecidos en Colombia cuatro son menores de edad. Las familias terminan investigando por sus propios medios las desapariciones y haciendo plantones para pedir ayuda del Estado. En el caso de Brayan, Mauricio y Juan Sebastián llevan seis meses haciéndolo. “Sentimos que hasta en esto hay discriminación. No entendemos por qué con algunos apellidos la justicia sí es eficiente y cuando son personas humildes como nosotros es poca la ayuda”, señala Montaño.

De las 6.855 personas reportadas como desaparecidas en 2016, las autoridades lograron obtener información de 2.898, pero en 3.957 de los casos se perdió el rastro. Las familias siguen esperando.



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