Los vecinos de la catedral de Nápoles escucharon y vieron cosas sospechosas durante algunos meses, por las noches: camiones que llegaban y movimientos de cajas.
Mientras tanto, en Múnich, Nueva York y ParÃs, las salas de subastas se llenaban de libros de importantÃsimo valor histórico. Nadie dijo nada en el momento, nadie se pronunció. Nadie supo, tampoco, cómo se filtró la información, pero la Interpol logró interceptar cajas con libros que, como se habÃa planeado, iban a ser subastados muy lejos de casa. La casa: la Biblioteca de los Girolamini, abierta al público en 1586, ubicada precisamente al lado de la dichosa catedral, desde la que los vecinos habÃan escuchado ruidos algunos meses atrás y no se habÃan pronunciado.
Los libros decomisados pertenecÃan, como se ha de imaginar, a esa biblioteca y no podÃan haber sido robados por un ladrón raso. La persona o las personas que se los robaron, o que crearon la maquinaria para que el robo se llevara a cabo, tenÃan que ser personas que supieran de libros, que conocieran lo que estaban sacando del recinto y el manejo que debÃan darle. TenÃa que estar involucrado, por lo menos, alguien de adentro. Alguien importante. ¿Quién? Un robo similar habÃa sido descubierto a mediados del año pasado. El responsable habÃa sido el entonces director, Massimo Marino de Caro, que habÃa tomado, pacientemente, numerosos ejemplares de la biblioteca con ayuda de cuatro sujetos más. Dos de ellos eran consejeros de Silvio Berlusconi. El director ya estaba en la cárcel, entonces él no podÃa ser. No directamente, por lo menos.
Quedaba alguien que debÃa ser investigado. Alguien que tenÃa relación con los sujetos ya mencionados y que, se supo, era un personaje que sabÃa mover sus influencias: el senador siciliano Marcello Dell’Utri. HabÃa pasado desapercibido durante el primer robo —no se sabe si participó en él o no—, pero fue el que intercedió por De Caro frente al entonces ministro de Cultura en Roma, Giancarlo Galán. El ministro nombró a De Caro director de la biblioteca, a pesar de tener conocimiento sobre sus antecedentes en el robo de libros. Hoy se arrepiente, dice. Pero ya no es hora de arrepentimientos. Dell’Utri, por su parte, lo niega todo. Dice que los únicos libros que tenÃa en su poder eran algunos que el anterior director le habÃa cedido. De esos libros, aunque ya ha devuelto muchos, no aparece todavÃa UtopÃa, una obra publicada en 1516 por Tomás Moro.
Cuando el sujeto se nos presenta de frente, como el titiritero que es forzado a salir de bambalinas, salen a la luz muchos sucesos que, separados, no habrÃan de resultar necesariamente sospechosos. Dell’Utri ayudó a Berlusconi a entrar en el mundo de la polÃtica en 1994 y, con él, fue cofundador de Forza Italia, su partido polÃtico. Además ocupó puestos importantes en sus empresas. Cuentan que durante los años setenta Dell’Utri le recomendó a Berlusconi un mayordomo para su finca, que resultó ser un mafioso de la Cosa Nostra. Un asesino que manejaba sus negocios desde la finca de Il Cavaliere —como lo llaman— y que terminó en la cárcel condenado a cadena perpetua.
Todos estos sucesos, sumados al hecho de que Dell’Utri haya sido excluido de las listas de candidatos del Pueblo de la Libertad para las elecciones del próximo 24 y 25 de febrero, hacen pensar que sà hay algo que se está escondiendo y que no lo quieren asociar con el partido. La fiscalÃa continúa con la investigación y, además de Dell’Utri, ya hay otras seis personas que están siendo investigadas. Ayer confirmaron las órdenes de detención.
Una de las bibliotecas más antiguas de Italia ha sido saqueada dos veces y los responsables todavÃa tienen poder sobre ella. Ya la amenaza para los libros no son las velas que se caen o los censuradores que los queman a propósito. Son los bibliófilos con algo de poder que no entienden que los libros, esos libros, nos pertenecen a todos.