El ‘Cacique de la Junta’, una vida dedicada al vallenato y a los excesos.
Diomedes DÃaz falleció en Valledupar, tras complicaciones en su estado de salud, según varias fuentes de esa ciudad. Colegas, seguidores y personajes reconocidos lamentan su muerte.
De oficio espantapájaros. TÃmido por devoción. Desafinado por tradición. La fama lo transformó, lo arrolló, lo puso en un pedestal imaginario del que se caÃa y se levantaba. Ese era Diomedes DÃaz, el grande, el cantante del pueblo, el campesino.
Tras unos años amargos en los que la fama de viejos tiempos se habÃa ido esfumando, con los achaques propios de la vejez prematura, originada por el sÃndrome de Guillain- Barré, y la combinación de los vicios, después de sufrir varias enfermedades complejas; su corazón no resistió más y ayer murió en Valledupar de un paro cardiorrespiratorio, uno de los más grandes cantantes vallenatos, el gran Diomedes DÃaz.
Y Valledupar llora y La Guajira y los pueblos del Magdalena lloran. Y entonces, Marina Quintero, directora del programa radial Una voz y un acordeón, de la emisora cultural de la Universidad de Antioquia, quien también llora, lo recuerda en sus mejores épocas, lanzando besos y diciendo adiós desde el carro de bomberos por las calles de Valledupar. SÃ, desde ahà donde se hacia acompañar de una imagen de la Virgen de Carmen, saludaba a la multitud, a su fanaticada y desaparecÃa.
Dice Marina que gracias a Diomedes el paÃs dejó de cantar “el cumpleaños feliz” para cantar “y que los cumplas feliz, muy feliz deseamos todos en esta reunión…”. Diomedes, el grande. El polémico.
La profesora Marina lo describe asÃ: “Era un campesino que vivió sus años de niñez en medio de penurias económicas. Era un niño que trabajó desde siempre para poder sobrevivir él y su familia. Él tuvo todos los trabajos más sorprendentes como el de espantapájaros. Ahà cantaba y con su voz espantaba los pájaros que se comÃan las mazorcas en el campo”.
Por eso, Diomedes no estaba preparado para todo lo que se le vino. La fama lo arrolló, lo perturbó, le quitó la tranquilidad, le trajo vicios, irresponsabilidades millonarias, un cinismo nuevo. Fama, mucha fama.
Su capacidad musical también fue cuestionada. Diomedes el desafinado. Todos lo saben, los mismos que lo lloran hoy, han aplaudido sus desafines como si fueran las mejores piezas musicales. Como artista tenÃa dos grandes defectos de los que no pueden darse el lujo los cantantes: desafinado y desmedido. “Pero él convirtió eso en un estilo interpretativo. Una voz potente, un vibrato particular”. Diomedes y su pedestal de afecto. Diomedes y su fanaticada que desbordó todos los escenarios. El grande.
“Diomedes introdujo algo que no existÃa en la música vallenata, que es la expresión del cantante, la gracia. Ya no era simplemente una voz que hacia una melodÃa y que podÃa vocalizar mejor, era la forma particular. Después de Diomedes ya no fue posible cantar de una manera sosegada. Diomedes nos enseñó que habÃa que ser expresivos. Era un cantante impresionista”, explica la profesora Quintero.
Pero, entonces, ¿qué pasó? ¿por qué a Diomedes le quedó grande la fama? Para Marina es claro que todas sus desgracias se configuran en su falta de preparación para afrontar la vida artÃstica, enfrentar el fanatismo.
“A él sus seguidores lo pusieron en el pedestal de un santo. A Diomedes DÃaz le rezaban. Todo esto porque él fue muy generoso, les ayudaba económicamente cuando estuvo en el curubito. Los medios lo asediaban y él no tenÃa la suficiente habilidad para sortear a la multitud”. Diomedes el tÃmido. El irresponsable. El inseguro. El rutilante.
Entonces de oficio de espantapájaros pasó a ser mensajero y la vida comenzó a complicársele. “A él le regalaron una bicicleta para que entregara las encomiendas y lo hiciera más rápido y lo que pasó es que comenzó a retrasarse y esto fue porque no sabÃa montarla y entonces la arrastraba mientras caminaba. Ya no podÃa ir tan rápido porque tenÃa que llevar la bicicleta. No tenÃa la fortaleza humana para decir que le dieran un dÃa para aprender a montarla. Todo lo desbordaba”.
Abel Medina Sierra, profesor de la Universidad de La Guajira, también lo recuerda llorando. Lo define en una palabra: Ãdolo.
“Diomedes ha sido hasta ahora el único cantante que generó idolatrÃa en el mejor sentido de la palabra. Esto pasó porque Diomedes llega a las clases populares, a las cantinas, a los pueblos, pero también a las grandes tarimas, a los clubes más importantes. Su magia llegó a todos los pueblos del paÃs”, explica Medina.
Y describe el ocaso del Ãdolo como consecuencia de algunos pasos desafortunados, decisiones no convenientes, amigos no tan amigos. “No dudo un instante al decir que su época más grande fue cuando estuvo junto al rey de reyes Nicolás “Colacho” Mendoza. Fue la época brillante”.
También lo acompañaron los mejores acordeoneros del paÃs: Elberto López, Juancho Rois, Iván Zuleta y Franco Argüelles. Con cada uno de ellos, acariciaba la fama a su manera.
“A pesar de la amargura de sus últimos años, aquà en La Guajira, su último disco suena en cada esquina. No será fácil que su esencia se vaya”, dice Abel.
Hildemaro Bolaño, quien fue su técnico de acordeones durante muchos años, lo llora a su manera desde Valledupar.
“Para la música vallenata representaba el más grande cantante que ha dado el folclor. Como persona era mi amigo porque el primero que ensayó con Diomedes fue mi papá. Las pocas veces que hablé con él fue en las giras por Europa. En Colombia no tenÃamos acceso a él”.
Diomedes el grande. Adiós al más grande “El cacique de la Junta”.